domingo, 5 de junio de 2011

“Señor, danos siempre de ese pan”.


Creo, Jesús mío,
que estás real
y verdaderamente en el cielo
y en el Santísimo Sacramento del Altar. Os amo sobre todas las cosas
y deseo vivamente recibirte
dentro de mi alma,
pero no pudiendo hacerlo
ahora sacramentalmente,
venid al menos
espiritualmente a mi corazón.
Y como si ya os hubiese recibido,
os abrazo y me uno del todo a Ti. Señor, no permitas que jamás me aparte de Ti. Amén

"Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed". Jn 6, 30-35

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan. La gente preguntó a Jesús: “¿Qué signos haces para que veamos y creamos en ti? ¿Qué obra realizas? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura: “Les dio de comer el pan bajado del cielo”. Jesús respondió: “Les aseguro que no es Moisés el que les dio el pan del cielo; mi Padre les da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que desciende del cielo y da Vida al mundo”. Ellos le dijeron: “Señor, danos siempre de ese pan”. Jesús les respondió: “Yo soy el pan de Vida. El que viene a Mí jamás tendrá hambre; el que cree en Mí jamás tendrá sed”.

Refleccion: Así como Dios alimentó a su pueblo con el maná para que no desfallecieran en el desierto, así Jesús nos alimenta con su cuerpo. La vida nueva que Jesús nos regala en la Pascua se mantiene en nosotros al recibir el Pan de vida. Éste es el alimento que Dios nos da, alimento que nos hace partícipes de la Pascua de Jesús y nos mantiene en el camino para que no caigamos ni en el desaliento ni en la muerte.

Fuente caminando con Jesus

Oremos
A ti, Señor, levanto mi alma;
Dios mío, en ti confío
no quede yo defraudado,
que no triunfen de mí mis enemigos,
pues los que esperan en ti no quedan defraudados,
mientras que el fracaso malogra a los traidores.

Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador,
y todo el día te estoy esperando.

Recuerda, Señor, que tu ternura
y tu misericordia son eternas;
no te acuerdes de los pecados
ni de las maldades de mi juventud;
acuérdate de mí con misericordia,
por tu bondad, Señor.

El Señor es bueno y es recto,
y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes.

Las sendas del Señor son misericordia y lealtad
para los que guardan su alianza y sus mandatos.
Por el honor de tu nombre, Señor,
perdona mis culpas, que son muchas.

¿Hay alguien que tema al Señor
El le enseñará el camino escogido:
su alma vivirá feliz,
su descendencia poseerá la tierra.

El Señor se confía con sus fieles,
y les da a conocer su alianza.
Tengo los ojos puestos en el Señor,
porque El saca mis pies de la red.

Mírame, oh Dios, y ten piedad de mí,
que estoy solo y afligido.
Ensancha mi corazón oprimido
y sácame de mis tribulaciones.

Mira mis trabajos y mis penas
y perdona todos mis pecados;
mira cuántos son mis enemigos,
que me detestan con odio cruel.

Guarda mi vida y líbrame,
no quede yo defraudado de haber acudido a ti.
La inocencia y la rectitud me protegerán,
porque espero en ti.
del Salmo 24 de la Liturgia de las Horas

Salva, oh Dios, a Israel
de todos sus peligros.

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